Aprietos, apuros y demás dilemas
El término problema presenta numerosas acepciones. Desde una cuestión que se trata de aclarar hasta el planteamiento de una situación cuya respuesta desconocida debe obtenerse a través de métodos científicos (tal y como nos indica la RAE). No obstante, todas ellas tienen en común la necesidad de encontrar una solución.
Para poder resolver los problemas que surgen en nuestro día a día, el cerebro cuenta con una herramienta imprescindible: la memoria del trabajo. Este concepto se define como el sistema de memoria que mantiene y manipula la información de forma temporal, interviniendo en procesos complejos como la comprensión del lenguaje, la lectura o el razonamiento. Su papel es fundamental en el procesamiento de la información para valorar cuál es la solución más adecuada al problema que nos concierne.
Mediante la corteza prefrontal dorsolateral, la memoria de trabajo permite integrar percepciones instantáneas producidas en periodos cortos y combinarlas con el recuerdo de experiencias pasadas. Es decir, cuando aparece un problema, esta hace que podamos combinar la información que nos llega del entorno con la almacenada en la memoria a largo plazo.
Las sociedades actuales y el ritmo de vida que llevamos la mayor parte de los seres humanos en nuestro día a día hace que la cantidad de problemas a los que tenemos que encontrar una solución sea, cuanto menos, llamativa. Es por eso que muy frecuentemente nuestra memoria de trabajo se satura y se queda sin espacio disponible para dedicarlo a la resolución de las tareas.
Acciones tan simples como practicar con los problemas de matemáticas o hacer los sudokus del periódico cada mañana contribuyen en gran medida a mejorar nuestra memoria del trabajo, y nos ayudan a dejar de rompernos tanto la cabeza en la búsqueda de soluciones para nuestras problemáticas del día a día.
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