Entrar en razón

Entendemos el razonamiento como el proceso y el resultado de razonar. De este modo, razonar, por su parte, consiste en organizar y estructurar ideas para llegar a una conclusión. Es, entre otras cosas, lo que nos hace llegar a la consideración (en numerosas ocasiones) de que nuestros padres están equivocados en lo que nos dicen. En definitiva, razonar posibilita la resolución de problemas y el aprendizaje mediante herramientas como la lógica o la reflexión.

Desde el punto de vista cerebral, el razonamiento es un proceso incluido dentro de las funciones ejecutivas, implicadas en la consecución de una eficaz adaptación al entorno, así como de los objetivos que nos proponemos. Para ello, el Sistema Nervioso Central irá evolucionando a lo largo de la vida de la persona hasta que se efectúe el desarrollo mental, que finalmente permitirá un razonamiento coherente. No obstante, el centro del razonamiento en el cerebro es el último en madurar (primero se desarrollarán las partes anterior y posterior), puesto que a pesar de ser una de las capacidades cognitivas para el ser humano, no sería posible sin la existencia de otras como la capacidad de asociación o la memoria. Para hacernos a la idea: razonar es buscar la asociación existente entre dos recuerdos.

Aunque muy frecuentemente el concepto de razón es tomado a menudo como universal y único (¿Quién de nosotros no ha defendido alguna vez tener la razón en una discusión a toda costa? Aun sabiendo que lo que decíamos no era del todo cierto), es necesario tener en cuenta que no existe una única manera o mecanismo para lograr razonar, pudiendo encontrar diferentes tipos de razonamiento en función de cómo se obtenga o se procese la información.

El hecho de que podamos llegar a una misma conclusión por distintos caminos nos da a entender que existen diversos tipos de razonamientos, generados en función de procesos diferentes, entre los que destacan dos importantes:

Razonamiento deductivo: proceso cognitivo que utilizamos para llegar a una deducción. Se basa en la creencia en una premisa o afirmación universal para llegar a obtener una conclusión para cada caso. Dentro de este tipo podemos encontrar, por ejemplo, los estereotipos, que nos llevan a pensar que una persona, por formar parte de un determinado colectivo con unas características definidas, se va a comportar de una manera o de otra.

El problema de este tipo de razonamiento es que, como está formulado a partir de lo que consideramos globalmente cierto, podría desencadenar juicios que no se ajustan a la realidad. Por ejemplo, pensar que como el agua hidrata, nos podemos beber el agua del mar.


Razonamiento inductivo: proceso que parte de información particular para llegar a una conclusión general. Al contrario que el anterior, este se trata de un tipo de razonamiento menos lógico y más probabilístico. Suele ser útil en la toma de decisiones, permitiéndonos realizar predicciones sobre las consecuencias que tendrán nuestros actos en un futuro.

No obstante, del mismo modo que el razonamiento deductivo, este nos puede llevar a falsas conclusiones, si estas están basadas únicamente en nuestras vivencias. Este caso se daría si cada vez que viéramos un gato fuera negro. Entonces para nosotros, todos los gatos serían negros.

La razón sería un producto de la vida en conformidad con los principios de la selección natural darwiniana. Ha emergido como instrumento favorable de adaptación al mundo objetivo, y se ha ido modificando a lo largo de la historia para adaptarse a las nuevas situaciones a las que nos enfrentamos. Por ello, la racionalidad es siempre local y limitada, no es universal y absoluta. Es por este motivo que debemos estar abiertos a procesar nueva información, que nos permita generar nuevos pensamientos y así, evolucionar como especie.

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