El poder de la predicción
Imagina que acabas de conocer a alguien y surge en ti una sensación de que esa persona no inspira demasiada confianza. Evidentemente, este hecho no guarda ninguna relación con la manera de ser de la persona, sino que el motivo por el que consideramos que dicho sujeto no es de nuestro agrado se debe, en gran medida, a nuestra forma de ser, que junto con nuestras experiencias nos lleva a determinar que ese individuo no armoniza con nosotros. Esto que nos acaba de suceder se debe al papel que juega en nuestra vida cotidiana la intuición.
A nivel cerebral, la intuición consiste en una señal cerebral instantánea que ofrece información primaria desde las zonas más profundas del cerebro (donde se almacenan las experiencias en forma de recuerdos). Esta tiene la capacidad de generar reacciones a velocidades mucho mayores que la parte racional, ubicada en la corteza. Es esta velocidad de reacción la que nos incita a estar alerta cuando caminamos de noche solos por una calle muy oscura e intuimos que podría haber algún peligro cerca.
La intuición genera cierta incomodidad que se manifiesta a través de una sensación de tensión. Cuando el precúneo (implicado en la memoria episódica, el procesamiento visuoespacial y la conciencia), la corteza prefrontal ventromedial, que analiza las situaciones de manera instantánea basándose en las experiencias pasadas, y el núcleo caudado, que nos permite tomar las decisiones de manera rápida, se ponen de acuerdo, la intuición se pone en marcha.
Sin embargo, no podemos afirmar que todas las personas tengan una buena intuición que haga que siempre salgan airosos de los problemas. A lo mejor te suena haber escuchado alguna vez a lo largo de tu vida la frase “Yo, es que no soy nada intuitivo/a”. Ponte en situación: conoces a una persona, la cual, en un primer momento te parece encantadora, pero ¡uy!... resulta que al final de encantadora no tenía nada. La intuición tiende a fallar poco, pero si se produce una disonancia entre el raciocinio y la intuición, lo mejor sería no pasar por alto las señales que el cerebro nos está enviando. Al final, probablemente la intuición tenga más razón que el sentido común.
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