Nuestras doce oportunidades de ser genios

La biología define la inteligencia como la capacidad que nos permite adaptarnos a situaciones nuevas para sobrevivir y solventarlas con éxito. Esta ha de ser entendida como un rasgo individual, que nos permitirá a los seres humanos responder de diversas maneras a una misma situación.

La inteligencia, que constituye uno de los factores determinantes en nuestra capacidad de adaptación, varía a lo largo de nuestra vida. En su proceso de formación y modelaje influyen diversos aspectos, así como numerosos ámbitos del entorno en el que nos desarrollamos como individuos. La combinación de todos ellos nos aportará los conocimientos y las herramientas con las que podremos solventar con una mayor eficacia las situaciones novedosas a las que nos enfrentemos. La educación, que nos proporciona un conocimiento teórico, así como las experiencias o las emociones están fuertemente arraigadas a este proceso.

Pero la cosa no acaba ahí. En la formación de esta capacidad influyen muchos otros factores de los que hemos oído hablar cientos de veces, como es el caso de la situación cultural o el contexto social ¿Influyen estos en nuestras respuestas? Lo que en un entorno podría parecer una respuesta inteligente, ¿sigue siendo útil en otro entorno totalmente distinto?

En las sociedades actuales, el constructo de la inteligencia suele verse como un rasgo que se tiene o no, por lo que tendemos a hablar de si alguien es inteligente o no. Sin embargo, como ya hemos mencionado, la inteligencia está llena de matices. Lo cierto es que este concepto involucra un constructo bastante abstracto, y en contraposición de las creencias más antiguas, no existe un solo tipo de inteligencia. Según la teoría de las inteligencias múltiples, creada por Howard Gardner, el ser inteligente tiene cabida en hasta doce conceptos:

  • Inteligencia lingüística: habilidad de dominar el lenguaje, tanto oral como escrito, pasan-do por la gestualidad.
  • Inteligencia lógico-matemática: consiste en la capacidad de conceptualizar las relaciones lógicas entre las acciones o símbolos. Es decir, la habilidad de razonar de manera deductiva y de resolver problemas matemáticos.
  • Inteligencia espacial: permite observar la realidad y los objetos desde diferente perspectivas, así como manipular o crear imágenes mentalmente con la finalidad de resolver problemas.
  • Inteligencia musical: la habilidad de ciertas personas de elaborar piezas musicales. Por ejemplo, las personas que son capaces de aprender fácilmente a tocar varios instrumentos tendrán una mayor inteligencia de este tipo.
  • Inteligencia corporal y cinestésica: se conoce como la capacidad de coordinar los movimientos corporales. Se trata del caso de los bailarines, en cuyo caso se pone en evidencia una elevada conexión entre las emociones y el movimiento.
  • Inteligencia intrapersonal: permite a las personas que la tengan más desarrollada el poder entenderse mejor a sí mismos, sus pensamientos y emociones, así como de regular su propio comportamiento.
  • Inteligencia interpersonal: habilidad para interactuar con los demás de una manera eficiente y relacionarse con otras personas. Aporta la capacidad de entender, empatizar y comunicarse con el resto de los individuos apropiadamente.
  • Inteligencia emocional: comprende las dos anteriores, y está compuesta por elementos como la autoconciencia emocional, el autocontrol, la automotivación, la empatía y las habilidades sociales.
  • Inteligencia naturista: se refiere a la sensibilidad que muestran algunas personas hacia el mundo natural.
  • Inteligencia existencial: es definida como la capacidad para situarse a uno mismo con respecto al cosmos y a los rasgos existenciales de la condición humana, como son, por ejemplo, el significado de la vida y la muerte.

  • Inteligencia creativa: comprende a las personas que dejan volar su mente y se encuentran continuamente en un proceso de innovación.
  • Inteligencia colaborativa: es un concepto de aparición frecuente que se ha definido como la capacidad de elegir la mejor opción para alcanzar una meta a través del trabajo en equipo.
Como conclusión podemos extraer que la realidad no es otra que la necesidad de valorar la existencia de todos estos tipo de inteligencia con la finalidad de poder integrarlos en la sociedad. Los beneficios de retractar el concepto clásico de inteligencia en el que únicamente se valora un aspecto de todos los posibles son múltiples: desde motivar a los más pequeños a trabajar en aquello que se les da realmente bien para potenciar numerosas habilidades y destrezas, hasta ofrecer un aprendizaje mucho más completo y real. Por eso, no deberíamos sentirnos mal por haber suspendido un examen de matemáticas, ¡es sólo que tal vez ese no sea nuestro tipo de inteligencia!



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