Los límites de la realidad virtual parecen cada vez más lejanos
El alzheimer es una enfermedad neurodegenerativa que se manifiesta como deterioro cognitivo y trastornos conductuales. Comienza con cambios leves de pérdida de memoria y en su estado de ánimo. No es en si una enfermedad mortal, sino que esta afecta a otros sistemas que al fracasar producen el fallecimiento del paciente, como puede ser no poder tragar produciendo atragantamientos o la facilidad para contraer infecciones como neumonía.
El uso de la realidad virtual ha despertado, durante ya más de diez años, el interés de investigadores, ya que permite a los usuarios hacer frente a situaciones temidas mediante ambientes que simulan la realidad. Estos escenarios pueden producir estados emocionales como la ansiedad. Lo cual hace que la realidad virtual se haya convertido en una potencial herramienta destinada a la rehabilitación neuropsicológica.
Un prerrequisito de un escenario virtual es su capacidad inmersiva, es decir, en qué medida existe una sensación de presencia real en el escenario creado. Y la otra característica es su capacidad interactiva, que permite al usuario interactuar con el mundo virtual moviéndose a su alrededor, viéndolo desde diferentes ángulos o agarrando objetos, todo ello por medio de unos equipos de visión y sus accesorios.
La mayor y única desventaja de esta terapia sería su alto valor económico, pues todo el material necesario por ser tan novedoso es igualmente costoso. Pero seguramente con los resultados tan prometedores e intrigantes que revela, resulte bastante rentable.
Después de todo lo investigado, existe evidencia del potencial efecto de la realidad virtual como estrategia preventiva frente al desarrollo de deterioro cognitivo en personas mayores. E incluso de su uso para poder detectar el deterioro cognitivo leve o demencia, y de su efectividad como tratamiento, ya que mejora el funcionamiento cognitivo.
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