Un subidón de adrenalina

Desde el inicio de los tiempos, los seres humanos hemos tenido que aprender a huir de todo aquello que era peligroso para poder sobrevivir y llegar hasta donde estamos ahora. Es cierto que en la actualidad ya no tenemos que utilizar el “sálvese quien pueda” a diario, pero aún así, estamos preparados para salir corriendo ante cualquier situación de emergencia. Y, ¿Adivináis quien regula todo esto? Pues como no, una hormona.

La adrenalina, también conocida como epinefrina, es una sustancia producida en las glándulas suprarrenales que tiene una influencia inimaginable en nuestro organismo. Cumple muchas funciones distintas que se pueden resumir en actuar como neurotransmisor de las situaciones en las que tenemos que estar alerta y activados. Así, la adrenalina nos convierte en una especie de “superhéroes”, haciéndonos reaccionar rápidamente y sacando el máximo partido de nuestro sistema esquelético. Por ello se dice que desencadena mecanismos de supervivencia.

Esta hormona no actúa de manera global, sino que se focaliza en diferentes lugares de nuestro cuerpo para producir efectos complementarios que lleven a la activación general. Los procesos más destacables de puesta en alerta desencadenados por la adrenalina son algunos de los siguientes:

  • Dilatación de las pupilas: sirve para que recibamos más luz y seamos más conscientes de lo que ocurre a nuestro alrededor.
  • Dilatación de los vasos sanguíneos: los vasos sanguíneos más relacionados con los órganos vitales amplían su caudal, mientras que aquellos próximos a la superficie disminuyen. Esto da como resultado un aumento de la presión sanguínea, que nos ayuda a recibir más oxígeno, y una mayor resistencia a ataques o accidentes.
  • Aumento del ritmo cardíaco: nos ayuda a que podamos hacer frente a grandes esfuerzos de una manera más sencilla.
  • Aumenta la frecuencia respiratoria: de esta manera, la sangre se oxigena mejor y rendimos más físicamente. 

Después de conocer todo esto podemos decir que la adrenalina tiene efectos tanto fisiológicos, como los que acabamos de comentar, como psicológicos, puesto que nos ayuda a mantenernos alerta y a ser más sensibles a cualquier estímulo. Ambos se solapan para tener la mejor actuación posible a nivel global.


Seguro que ahora mismo alguno estará pensando, ¿Y por qué nuestro cuerpo no produce adrenalina continuamente? En un primer momento puede parecer una gran idea ¿no? Estar siempre alerta y atentos a lo que sucede. Pues bien, además de que esto sería un despilfarro de energía, el exceso de adrenalina se paga con hipertensión, dolores de cabeza, aumento de la temperatura corporal y síntomas asociados a la ansiedad o al estrés crónico como náuseas, temblores o problemas para dormir.

Nuestro cuerpo es sabio y liberará adrenalina solo cuando sea necesario. Mientras esperamos a que esto se produzca, debemos estar descansados y en forma para poder rendir al máximo cuando lo necesitemos.





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