El opio de la felicidad

Si alguna vez has estado apuntado al gimnasio, te habrá pasado que un día no querías ir, te encontrabas cansado o sin ganas, pero aun así fuiste. Al poco rato de estar haciendo deporte te fuiste encontrando mejor y cada vez más motivado, y al terminar te sentías feliz y satisfecho. También puedes haberte visto en la situación de empezar a leer un libro, sin mucho interés, y terminar por querer leer siempre un capítulo más. Esta sensación de felicidad que te invade al realizar estas acciones es fruto de las endorfinas.

Las endorfinas son opiáceos endógenos que funcionan como neurotransmisores. Fueron descubiertas por la estadounidense Candace Pert en 1973. Se producen en la glándula pituitaria y el hipotálamo durante la excitación, el dolor, el consumo de alimentos picantes o de chocolate, el enamoramiento y el orgasmo. Sus efectos son parecidos a los de los opiáceos en su acción como analgésico, puesto que producen sensación de bienestar, alegría e incluso de euforia. La enorme diferencia entre las endorfinas y los opioides recae en que estas no tienen efectos secundarios.

La función mas conocida de las endorfinas tiene que ver con las sensaciones de placer. En este aspecto crean una sensación de bienestar y calma tanto a nivel físico como mental que induce la sensación de felicidad. Su segregación es percibida por el organismo como una “recompensa” que nos lleva a repetir la misma conducta una y otra vez.

Otra función que desempeñan es la de analgésico, puesto que actúan como inhibidores del dolor físico. Cuando nos damos un golpe o nos hacemos daño, nuestro tejidos emiten señales a los receptores de dolor. Ante la llegada a cerebro de estas señales, la hipófisis responde de manera casi inmediata liberando endorfinas. Dicha liberación disminuye temporalmente la sensación de dolor, permitiendo que el organismo sea capaz de realizar una respuesta adaptativa para salvar su vida. Las endorfinas actúan del mismo modo a nivel psicológico, ante sucesos vitales dolorosos, traumas, estrés o ansiedad.


La siguiente función está relacionada con la anterior. Cuando estamos en una época de mucha tensión o deprimidos, nos resulta más fácil enfermar puesto que la capacidad del sistema inmune disminuye. Sin embrago, la liberación de endorfinas ayuda en el fortalecimiento de este sistema al mejorar la situación emocional y permitir el afrontamiento de situaciones dolorosas.

Estos neurotransmisores también juegan un papel importante en la memoria y la atención, facilitándolas en la medida en la que aumenta el bienestar, y en la sexualidad, facilitando el deseo e induciendo la síntesis y liberación de hormonas que predisponen al mantenimiento de relaciones.

Pero ¿En qué momentos de nuestro día a día liberamos endorfinas? Cuando nos reímos, al cumplir un objetivo, cuando mantenemos relaciones sexuales, al hacer ejercicio físico, relajándonos, durmiendo… Todas estas acciones nos facilitan una actitud positiva para afrontar cualquier cosa. Es importante tener en cuenta que esto es como la pescadilla que se muerde la cola: si nos sentimos felices liberaremos más endorfinas, lo que nos hará sentirnos todavía más felices. Por ello debemos cultivar aquellas actividades que nos gusten y que nos apasionen y aprender a distinguir los momentos de trabajo de los de disfrute y entretenimiento.



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