El post de hoy tratará de la que se conoce como “hormona de
la felicidad”, la serotonina. Se la denomina de esta manera porque está
muy relacionada con el control de las emociones y del estado de ánimo, pero
como hemos visto en otras hormonas, la serotonina cumple una larga lista de
funciones además de la que se le suele atribuir.
Primero empezaremos definiéndola. La serotonina es un
neurotransmisor que se sintetiza a partir del Triptófano. El 90% del total que
tenemos en el cuerpo se encuentra en el tracto gastrointestinal y en las
plaquetas, el resto está en el cerebro. Su influencia se asocia al estado de
ánimo, la percepción, la recompensa, la ira, la agresión, el apetito, la
memoria, la sexualidad y la atención. Es decir, que la serotonina afecta a casi
todas las funciones cerebrales. Nosotros trataremos algunas de las principales:
el sueño, el apetito, el estímulo sexual y el humor.
En primer lugar, la serotonina es el mediador responsable de
las fases III y IV del sueño lento, el más profundo y reparador por el que
pasamos a lo largo de la noche. Anteriormente hablamos de que la melatonina era
la hormona del sueño, pero la serotonina también juega un papel importante
durante nuestro descanso. Se dice que, si no dormimos 7 horas seguidas, no
produciremos suficiente serotonina para el resto del día, y nos encontraremos
decaídos y desganados.

El déficit de esta hormona también puede llevarnos a comer
más, puesto que es la que envía la señal de saciedad al cerebro, regulando de
forma natural la ingesta de alimentos y el apetito. Dicen que somos lo que
comemos ¿no?, pues tiene más sentido de lo que pensamos. Como ya dijimos, la
mayor parte de la serotonina la encontramos a lo largo del aparato digestivo,
siendo sintetizada a partir del triptófano. Este aminoácido está presente en
alimentos como las semillas, los huevos, los lácteos o la fruta. Si consumimos
productos azucarados o con harinas blancas nos sentiremos muy bien en el
momento, pues aumentan los niveles de serotonina al instante, permitiendo al
triptófano penetrar fácilmente la barrera hematoencefálica gracias a la gran
cantidad de insulina que se produce. Sin embargo, estos alimentos incrementan
el nivel de bacterias anaeróbicas de nuestro intestino, eliminando a las
bacterias que tienen como función el metabolismo de triptófano. Así, podemos
decir que son una “droga” que puede hacernos entrar en un círculo vicioso que
nos traiga múltiples consecuencias.
Por último, la serotonina también actúa como un afrodisíaco.
Nuestro comportamiento depende de la cantidad de luz que recibimos al día.
Durante las épocas menos soleadas (otoño e invierno) estamos más deprimidos y
tenemos bajo el apetito sexual. En cambio, cuando llegan la primavera y el
verano, la luz que recibimos aumenta considerablemente, incrementando el nivel
de serotonina que sintetizamos y nuestro estímulo sexual. Esto también nos hace
estar más felices durante estas épocas del año. Además, la cantidad de esta
hormona también se incrementa después de un orgasmo o de una eyaculación,
provocándonos placer y tranquilidad.
Si hacemos una síntesis de todo esto descubriremos que
todas las funciones que hemos comentado afectan a nuestro estado de ánimo.
Todas tiene en común que, a niveles más altos de serotonina, mayor bienestar
(dormir bien, llevar una alimentación equilibrada, tener una vida sexual
activa, etc.), lo que nos lleva a estar relajados y a gusto con lo que nos
rodea.
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